La Coco, era el nombre que tenía mi lora.
No sé de que raza era, sólo sé que era una lora.
Ni siquiera supe si era macho o hembra, simplemente le pusimos Coco porque sonaba bonito, y bueno… supusimos que era hembra.
Hace 12 años ella vino aquí a mi casa. Ya estaba algo grandecita, así que no sabemos con exactitud cuantos años tenía.
Podía silbar. Mi papá le enseñó a silbar. Increíblemente le hacía idéntico a él. Para más ella podía silbar, yo hasta este año aprendí a hacerlo.
Podía reírse. Aprendió a reírse a carcajadas a como mi mamá.
Podía hablar. La única palabra que podía decir era “Cotorrito”, pero siempre la decía cuando estaba alegre.
Podía gritar. Gritaba también cuando estaba alegre. Lo aprendió de mi primito cuando este estaba muy pequeño y lloraba por x o y razón.
Podía bailar. Cuando estaba lloviendo se ponía a bailar en señal de que quería bañarse en la lluvia.
Era una lora muy amigable que se dejaba acariciar fácilmente. No picaba a la gente.
Yo la quería y la amaba mucho a pesar de que a veces no la cuidaba a como ella se lo merecía.
El 17 de Diciembre de 2010, murió.
No se sabe exactamente por qué, pero el veterinario dijo que muy probablemente le dio un derrame cerebral, dejándole sus patitas muertas. Por una larga semana la pasé cuidando durante todo el día mientras ella estuvo así. Yo esperaba que se recuperara. Quería volver a verla alegre y necia a como ella era. El 17 de Diciembre estuve con ella TODO el día, desde que me desperté, ya la miraba triste yo. Y en el único momento de la noche que la dejé sola para cuidar de mis cobayos… ella murió.
La extraño mucho a mi Coquito.